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El diálogo trascendente entre la escultura de la geografía y la pintura cambiante de la bóveda celeste de San Pedro de Atacama y su desierto, son los dos fenómenos que explota el proyecto IMOA-1992.

 

Su estrategia de localización es ubicarse en el subsuelo de Atacama en el punto más cercano donde se cruzan las vías que llevan al pueblo y a los dos observatorios más importantes del lugar, al mismo tiempo que los cruza el río Quitor y sus ecosistemas.

 

Alejado de la contaminación lumínica pero cerca al turismo del pueblo se implanta el proyecto, liberando la superficie, respetando la línea horizontal del paisaje y enfocando la mirada al cosmos.

El museo es una recopilación de herramientas espaciales que se agrupan en un orden consecuente. Primero se encuentra la idea de enterrarse como los antiguos habitantes de Quitor.

 

Luego se configura el territorio y su tectónica como si se tratara de una serie de cráteres, vestigio de milenarios astros que impactaron la tierra, con la idea de no ser lo suficientemente visible para distraer la mirada del horizonte, ni tampoco de no ser perceptible.

 

La tercera herramienta aplica las bondades de un patio como dispositivo de relaciones controladas del adentro y del afuera, y el aprovechamiento de recursos naturales del lugar: ventilación, iluminación, radiación solar e incluso las fuentes hídricas del subsuelo. Finalmente el edificio es la aparición de funciones y fenómenos espaciales, destinados a permitir la apreciación del cosmos de diferentes maneras por medio de los extremos confrontados, lo amplio ante lo angosto, lo profundo y lo superficial, lo perimetral y lo cortante, lo curvo y lo recto, lo claro y lo oscuro...

El uso de patios y la sensatez con la que estos aprovechan algún elemento natural es la idea de sostenibilidad. La sección consta, de izquierda a derecha, en:

 

 

       Patio de sostenibilidad: usa paneles solares Rawlemon, asomados en una capa de agua potable. Agua            evaporada por la radiación solar y filtrada por una superficie de vidrio cromado y microperforado,            que fue extraída del subsuelo y se almacena en tanques enterrados para uso del edificio.

 

 

 

       Patios con domos geodésicos: calientan el aire a través de la superficie transparente en los                  inviernos o por lo contrario permiten la ventilación cruzada entre patios en las épocas de verano,            a partir de escotillas controladas.

 

 

       Los vacíos propiciados por los patios permiten ingresar la mayor cantidad de aire al edificio,                evitando el uso de sistemas de refrigeración mecánica, y al mismo tiempo iluminar naturalmente                los interiores del edificio. Esta iluminación es controlada por lucernarios dispuestos en algunas            zonas de circulación del edificio y por el retranqueo de espacios desde el borde del patio, evitando          la radiación directa.

 

 

 

       Los muros del edificio son de un metro de espesor para propiciar la transmisión térmica.

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